Todos necesitamos cuidados en algún momento de nuestras vidas.

Los recién nacidos requieren cuidados especiales. Una persona que está temporalmente enferma o lesionada en un accidente y necesita asistencia temporal. Sin embargo, en la edad adulta, las personas requieren diferentes niveles de atención ante la pérdida de autonomía. ¿Quién es el responsable más frecuente de este cuidado? La mujer.

La población española que envejece tiene una gran necesidad de hacer frente al trabajo en cuidados familiares y de personas dependientes. El 90% de quienes realizan este trabajo son mujeres. Examinamos las razones sociológicas de esta desigualdad.

Mujeres que cuidan

Vas a necesitar a alguien que te cuide cuando se te rompan los huesos o te falle la memoria, cuando no tengas fuerzas para ponerte de pie, vestirte o caminar, en ese momento le pedirás alguien que te ayude. Alguien que te ayude, justo cuando no tienes a nadie más. Y en esos casos, seguramente por estadísticas, lo hará una mujer.

La población española está envejeciendo rápidamente y muriendo lentamente, y cada vez hay más personas que necesitan cuidados.

España ya tiene 8,6 millones de personas mayores de 65 años, la cifra más alta en décadas. Según la Administración, para 2066 habrá más de 14 millones de personas, lo que representa el 34,6% de la población del país. Al mismo tiempo, la esperanza de vida es una de las más altas de Europa (85,4 años para las mujeres y 79,9 años para los hombres). Pero no solo las personas mayores necesitan cuidados. 

Según datos del INE, en 2016 más de 3 millones de hogares españoles (el 16,4% del total de hogares) tenían personas a cargo. “En la sociedad española, la gente realmente necesita trabajo para mantenerse. Es un gran problema cómo los países desarrollados lidian con los cuidados. La falta de una forma más institucionalizada de satisfacer esta demanda significa que gran parte de la necesidad recae en la familia, especialmente para las mujeres.

Pilar Carrasker, catedrática de sociología de la Universitat Autònoma de Barcelona, ​​resaltó que hay que hacer de este tema una prioridad política. Los datos muestran que en la mayoría de los casos la persona responsable del cuidado es una mujer. Según los datos del Ministerio de Empleo, el 90,87 por ciento de las solicitudes de permisos por cuidado de familiares en 2016 fueron solicitadas por mujeres. Según el Ministerio de Sanidad, Asuntos Sociales e Igualdad, el 89 por ciento de las aproximadamente 400.000 personas que ayudan a familiares en un contexto familiar son mujeres. Según CuidadorES, la Asociación Española de Gerontología y Gerontología y Lindor (2016), el 88,5% de los cuidadores en España son mujeres, y el 47% de este trabajo lo realizan miembros de la familia.

Woman assisting and supporting her senior mother lying in bed at the hospital, she is holding her hand

El cuidado a cargo de las mujeres en España

Hasta la década de 1990 en España, como en la mayoría de los países europeos, el cuidado de niños y ancianos lo proporcionaba familiares y sobre todo, mujeres adultas. Ya que el hombre se dedicaba al trabajo fuera de casa y era el «sostén de la familia».

A pesar de los cambios políticos y sociales que se produjeron en España en los años 80 y 90, las mujeres se incorporaron al mercado laboral en gran número, pero el estudio muestra cómo el cuidado «sigue siendo dominio de las mujeres». Siempre se ha dado la receptividad de que las mujeres son más receptivas a las preocupaciones de los demás y llega a convertirse casi hasta en un rasgo universalmente femenino.

Lo cierto es que habitualmente cuando un miembro de la familia necesita de asistencia, suele surgir alguien de su círculo íntimo: lo más común es que la cuidadora principal sea la hija (50%) o la esposa o compañera (12%), y en menor medida las nueras (9%); porcentajes que contrastan con los de cuidadores hijos, esposos o yernos, que son del 8%, 5% y 2%, respectivamente.

Esterotipos de mujeres cuidadoras

Estos rasgos han persistido a lo largo del tiempo y, a pesar de los avances recientes en la igualdad de género, hay pocas perspectivas de cambio en el futuro cercano. Una de las razones es que la idea de que las mujeres deben cuidar y los hombres proveer, todavía está arraigada en la familia, por lo que las mujeres son casi siempre el sostén de la familia.
Cuidar es en el momento actual un verbo muy importante, y las sociedades contemporáneas lo asignan como condición natural al género femenino; de esta forma son las mujeres quienes cuidan vitalmente a los otros: hijos, familia, enfermos, abuelos, nietos. Pero, ¿es el cuidado intrínsecamente femenino?, ¿por qué cuidan las mujeres?, ¿es una visión cultural?.

Cuidar es una actividad predominantemente de mujeres y su estudio parece exigir un análisis enraizado en el orden de género ¿Pero, es el cuidado algo femenino por naturaleza? Muchos autores apoyan la idea de que la organización social del trabajo, y en particular de las labores de cuidados, son el resultado de un proceso histórico que se empezó a desarrollar durante la transición al capitalismo liberal.

En nuestras sociedades occidentales, impregnadas de valores cristianos, las mujeres se han dedicado tradicionalmente a las labores del ámbito familiar y reproductivo mientras que los hombres han tenido una mayor participación en el ámbito productivo. La responsabilidad del cuidado en general, a la dependencia, a la infancia, a la vejez, el cuidado del hogar, etc., se ha relegado al espacio privado o doméstico, que en nuestra sociedad se asigna socialmente a las mujeres.

En los últimos años se ha introducido una perspectiva de género en el estudio del cuidado. Incluyendo esta perspectiva, el cuidado deja de ser atribuido de forma “esencialista o naturalista al universo de lo femenino”,  por lo que pasa a considerarse las “condiciones sociales e históricas de tal naturalización”.

En este contexto es de fundamental importancia el trabajo de Carol Gilligan, en su ética del cuidado, ya que insiste en que el hecho de que este sea “femenino” parte de una construcción social y un aprendizaje a lo largo de nuestras vidas, desde la niñez, de una ética específica. Además de la construcción social e histórica, también existe un componente emocional del cuidado. El hecho de que la tarea de cuidar resulte en muchas ocasiones satisfactoria se relaciona con este aspecto. Que este elemento emocional sea el que hace que las mujeres se ocupen más del cuidado no está claro y es objeto de debate en los ámbitos de la ética y la filosofía moral.

Más allá del debate filosófico, todos los estudios reconocen que son las mujeres las que en mayor proporción cubren las necesidades de cuidados a la dependencia, tanto en España como en el resto del mundo.

A pesar de los cambios socioculturales de los últimos 30 años que han significado para la mujer una mayor participación en el mercado laboral y un ligero aumento de la participación de los hombres en la tareas domésticas y en el cuidado de los hijos, persisten grandes desigualdades de género tanto en el ámbito del trabajo reproductivo, que se refiere al cuidado, del hogar, de los hijos y de las personas dependientes, como en el ámbito del trabajo productivo. El hecho de que el cuidado haya sido, y siga siendo considerado como un asunto del ámbito femenino, refuerza los estereotipos de género sobre los roles asignados a hombres y mujeres en la sociedad.