• Es campeona de criquet y un ejemplo de cómo el deporte impulsa el liderazgo femenino desde la infancia y contribuye a avanzar hacia la igualdad de género

Anusha tiene 18 años, es hija de agricultores. Pertenece a una familia humilde y trabajadora, demasiado expuesta a los vaivenes climáticos  que afectan a sus cosechas como para poder garantizar un futuro para ella y su hermano mayor. De pequeñita, Anusha practicaba criquet en la escuela. Su profesor de Educación Física enseguida vio en ella grandes habilidades, así que la animó a matricularse en la Anantapur Sports Academy (ASA), el centro especializado en deportes de la Fundación Vicente Ferrer. En casa, mis padres me animaron mucho”. Superados los momentos de nostalgia familiar, Anusha comenzó a jugar con chicos y con chicas: “Cuando les hacía fallar no se enfadaban, pero decían ‘cómo es posible que una chica nos gane’. Me divertía mucho”. La ASA es más que una academia deportiva. Es un instrumento para el desarrollo individual, un espacio en el que los esfuerzos personales se convierten en mejoras colectivas, un lugar donde la inclusión y los valores de grupo están por encima de los propios.

«La gente en mi aldea se siente orgullosa de mí», dice Anusha, que cuenta con muchos éxitos deportivos

Otro de los objetivos fundamentales de la ASA es integrar a las niñas en la práctica deportiva. No es fácil. En el entorno rural, de hecho, es algo completamente insólito. Las niñas y mujeres se ocupan de la casa y los cuidados de la familia. En este sentido, la ASA ha supuesto un punto de inflexión: las mentalidades están cambiando y los éxitos de las niñas y mujeres en el terreno de juego se traducen inmediatamente en un sentimiento de orgullo en toda la comunidad.Las chicas exploran sus habilidades de liderazgo, aumentan su autoestima y esto está produciendo un cambio de paradigma para avanzar hacia la igualdad”, explica Sai Pulluru, director de la ASA. “La gente de mi aldea se sienten orgullosa de mí. Después de jugar voy  a mi pueblo y la gente me habla con mucho respecto”, explica Anusha. “Mi familia es pobre, pero se siente muy feliz por mí. Cuando no jugaba, debía trabajar con mi familia. Ahora resido en la academia, juego y sigo mis estudios”.

El juego normaliza el liderazgo femenino. Es una herramienta disruptiva y al mismo tiempo pacífica. Las chicas se convierten en modelos a seguir distintos a las anteriores generaciones.

Cuando Anusha llegó a la Academia, apenas había chicas. Poco a poco han ido incorporándose hasta llegar a las 2.313 que participan ahora en el Programa de Deportes de la FVF. En el terreno de juego reciben enseñanzas que, bien pensado, representan una auténtica revolución social.  A las mujeres rurales no se las educa para demostrar fuerza y coraje, ni para tener una proyección pública y sin embargo el juego normaliza el liderazgo femenino. Es una herramienta disruptiva y al mismo tiempo pacífica. Las chicas se convierten en modelos a seguir distintos a las anteriores generaciones.

Normalmente en los pueblos, las familias no aceptan que las chicas se emancipen, pero mis padres confiaron en mí. Saben que soy feliz. Al principio sentía vergüenza, pero los chicos me animaban cuando jugaba bien y eso me ayudó. Ahora, cuando voy a mi pueblo, Bandlapalli, enseño a batear a otros chicos y chicas”.

La experiencia de Anusha es la demostración del poder transformador que tiene el deporte y por eso se ha convertido en una de las principales apuestas de la Fundación Vicente Ferrer para la verdadera inclusión y la promoción del liderazgo femenino desde la infancia.

VIA: Fundación Vicente Ferrer