Bruja: la verdadera historia del insulto misógino que se arroja a las mujeres incómodas
“Bruja”, explica la filóloga y rastreadora de la lengua Lola Pons, profesora en la Universidad de Sevilla, tiene un origen prerromano, no latino, y antes de escribirse con jota se escribió con x: bruxa. Ya los primeros diccionarios del castellano, como el Diccionario de autoridades, de 1726, daban como un significado de la palabra el de “pájaro nocturno, similar a la lechuza”, con unas capacidades peligrosísimas: “Vuela de noche y tiene el instinto de chupar a los niños que maman”.
También se define ‘bruja’ como mujer perversa que se emplea en hacer hechizos y otras maldades con pacto del demonio y se cree que vuela de noche”. “Bruja” pasó pronto de ser un calificativo para ciertas mujeres a las que se temía para convertirse en un insulto. Ya en los siglos XVI y XVI, apunta Pons, la palabra estaba tipificada como una injuria.
En la actualidad, el diccionario de la RAE también incluye los usos coloquiales de la palabra para referirse a una “mujer malvada” o a una “mujer de aspecto repulsivo”. Aunque “bruja” aún circula como insulto misógino (a Hillary Clinton, las fuerzas de la derecha más reaccionaria la bautizaron como “la bruja malvada de la izquierda”), el feminismo lleva años reivindicando la idea de la bruja y la misma palabra “bruja” como una figura de subversión antipatriarcal. La ensayista suiza Mona Chollet, por ejemplo, explicaba en su libro Brujas (Ediciones B) que esta figura “encara a la mujer liberada de todas las limitaciones” y es por tanto “un ideal hacia el que tender, alguien que muestra el camino”.
Durante la caza de brujas, no solo las curanderas o sanadoras podían ser acusadas de brujas, también cualquier otra mujer que supusiera un problema, explicaba Chollet a Jacinto Antón en 2019. “Siempre hacen falta chivos expiatorios y ellas eran buenas candidatas (…) Básicamente se persigue a las que llaman la atención las que escapan del control masculino, lo que se percibe como una amenaza social”.
En su libro, Chollet traza la línea desde las persecuciones de la Edad Media y de principios de la Edad Moderna (los juicios a brujas ocurrieron sobre todo en el Renacimiento, la época que se asocia con la ciencia, el arte y el progreso) hasta los grupos feministas que se espejan en ese modelo, como las WITCH (siglas en inglés de Women’s International Terrorist Conspiracy from Hell, o sea Conspiración Internacional del Infierno de Mujeres Terroristas), que surgió en los sesenta como un grupúsculo dentro del movimiento de liberación femenina. En los últimos años, el feminismo mainstream ha utilizado la figura de la bruja de manera muy frecuente para invocar una sabiduría de raíz femenina, generada y transmitida al margen de los canales del poder patriarcal.
Las falsas brujas
Feas, solitarias, malas, envidiosas, con verrugas, gran nariz, escoba y poderes malignos. Las brujas son las que les hacen la vida imposible a las princesas por codiciar su belleza, su reino o su príncipe. Afortunadamente, ya todas sabemos que esas «brujas» en los diferentes momentos de la historia fueron mujeres de carne y hueso a las que difamaron, persiguieron y quemaron en la hoguera con el cuento –sin hadas madrinas– del demonio o del hechizo.
Las brujas, primeras feministas
La historia de las brujas es tan larga como la historia de la humanidad porque, al fin y al cabo, hablamos de la historia de las mujeres. Pero podemos comenzarla en la Edad Media. Las verdaderas brujas eran mujeres generadoras de conocimiento. Ya sabéis que no se nos permitía alimentar nuestro intelecto, por lo que cualquier mujer libre-pensadora y empoderada era sinónimo de tener alianzas con las fuerzas malignas. Muchas mujeres de entonces plantaban hierbas medicinales y se convirtieron en curanderas, enfermeras y parteras. Ya tenían conocimientos sobre la fertilidad, el aborto o la sexualidad.
La caza de brujas
La “caza de brujas” tuvo lugar a finales de la Edad Media y principios de la Edad Moderna. La peste negra invadió Europa y se calcula que murió un 30% de la población. La Iglesia predicó entonces la procreación sin límites como un deber ante Dios. Las mujeres quedábamos relegadas solo al ámbito doméstico, y las curanderas y enfermeras eran acusadas de brujería por intentar curar el cuerpo y el alma, ese poder estaba reservado solo a Dios.
Pero esta cacería no solo surge de creencias religiosas, sino de la necesidad de instalar un nuevo orden social y económico. El libro de Silvia Federici “Calibán y la bruja” es uno de los grandes referentes en la historia de los motivos de la caza de brujas.
Silvia explica cómo el capitalismo va imponiendo la división sexual del trabajo. Las mujeres quedan recluidas al hogar con el único deber de la procreación, sometiendo su cuerpo al control del Estado. Este sometimiento de su sexualidad buscó criminalizar a toda aquella que anhelaba tener el control de su cuerpo o ayudar a otro cuerpo.
Se llegó al menos a sesenta mil ejecuciones, aunque muchas no se no se registraban.
Las brujas y el feminismo
Fue el movimiento de liberación de la mujer de los años 70 el que reavivó el interés por la caza de brujas, al darse cuenta de este proceso histórico de persecución que dio lugar a una mujer sometida, recluida al hogar y sumisa. Estas feministas fueron quienes se identificaron con el destino de las brujas como mujeres que fueron perseguidas por luchar contra lo establecido.
El movimiento W.I.T.C.H (–bruja, con el acrónimo Women’s International Conspiracy from Hell) recuperó su legado como símbolo de la mujer liberada de las dominaciones patriarcales. Vestían de negro y tuvieron un activismo callejero.
El feminismo le ha dado la vuelta al estigma machista de las brujas, visibilizando la realidad: que se trataba de mujeres libres, poderosas y sin miedo a explorar y potenciar sus propios poderes y sus habilidades.
Este Halloween seamos todas un poco brujas
VIA: elpais.com y animosa.es