Florence Nightingale nació el 12 de mayo de 1820 en Florencia, en aquel momento capital del Gran Ducado de Toscana. Perteneciente a una familia acomodada, era hija de William Edward Nightingale y Frances Smith; Frances, su hermana mayor fue escritora y periodista. Cada 12 de mayo, coincidiendo con el aniversario de su nacimiento, se celebra el Día Internacional de la Enfermería.
En 1837, impulsada por lo que ella interpretó como una ‘llamada divina’, anunció a su familia su decisión de dedicarse a la enfermería a partir de 1844. A pesar de la fuerte oposición de su familia –fundamentalmente de su madre y su hermana– logró formarse como enfermera. En aquella época, la profesión de enfermera –o cuidadora– estaba asociada a mujeres de la clase trabajadora, nada que ver con una joven culta como Florence, que además estaba destinada a casarse.
Durante los siguientes años, segura de su vocación y de manera autodidacta, se convirtió en una experta frecuentando los centros sanitarios que visitaba en cada uno de sus viajes. En efecto, Florence fue una gran viajera, una costumbre de la época cuya función era instruir a las mujeres del siglo XIX: Francia, Italia, Suiza, Grecia o Egipto fueron algunos de sus destinos. Los escritos en su diario de viaje muestran su proceso de aprendizaje, sus habilidades literarias y su manera de afrontar vida.
El 22 de agosto de 1853 asumió el cargo de superintendente en el Instituto para el Cuidado de Señoras Enfermas –eran mujeres sin techo– en Londres, puesto que ocupó hasta octubre de 1854. En esta institución realizó algunas mejoras, como la instalación de agua caliente en las habitaciones o el emplazamiento de un ascensor. Se encargó, además, de encontrar casas de convalecencia para buscar trabajo a institutrices que salían del hospital.
Florence y la guerra de Crimea
Entre octubre de 1853 y febrero de 1856 se desarrolló la guerra de Crimea, conflicto bélico entre el Imperio ruso –en aquel momento en manos de la dinastía Románov– y la alianza del Reino Unido, Francia, el Imperio otomano y el Reino de Piamonte y Cerdeña. La mayor parte del conflicto tuvo lugar en la península de Crimea, en el mar Negro. Las tropas británicas se movilizaron para la expedición a Crimea contra la política de agresión del gobierno zarista a Turquía.
Los aliados estaban venciendo a los rusos; sin embargo, las enfermedades estaban diezmando al ejército británico, que no disponía ni de médicos, ni de medicinas, ni de enfermeros suficientes: en las primeras semanas de conflicto, de cada cien muertos, ochenta eran víctimas de los deficientes tratamientos sanitarios.
En aquel momento, Sidney Herbert –antiguo conocido de la familia Nightingale– era el Secretario de Guerra en Gran Bretaña. Conocía las actividades de Florence como enfermera, a la que solicitó ayuda.
El 21 de octubre de 1854, Florence y un equipo de treinta y ocho enfermeras voluntarias –muchas de ellas inexpertas, y entrenadas personalmente por Florence– partieron hacia el frente. Fueron transportadas a través del mar Negro hasta la base de operaciones británica en Scutari: llegaron a principios de noviembre de 1854. Encontraron un panorama desolador: los soldados heridos recibían tratamientos inadecuados por parte de un equipo médico superado por la situación, mientras que los mandos del ejército eran totalmente indiferentes ante esta situación.
Los suministros médicos escaseaban, la higiene era lamentable y las infecciones abundaban. No se contaba con equipamiento apropiado para procesar los alimentos de los pacientes y, además, la comida era insuficiente.
Durante el primer verano de Florence en Scutari, algo más de cuatro mil soldados perdieron la vida; fallecieron diez veces más soldados por enfermedades como tifus, fiebre tifoidea, cólera y disentería que por heridas en el campo de batalla.
En marzo de 1855, el gobierno británico destinó una comisión sanitaria a Scutari, casi seis meses después de la llegada de Florence. Ella ordenó la limpieza de los vertederos contaminantes y mejoró la ventilación del hospital. A partir de esas medidas el índice de mortalidad bajó rápidamente.
En pleno conflicto, un artículo en The Times publicado el 8 de febrero de 1855, describía a Florence y su labor de este modo: «Sin exageración alguna es un «ángel guardián» en estos hospitales, y mientras su grácil figura se desliza silenciosamente por los corredores, la cara del desdichado se suaviza con gratitud a la vista de ella. Cuando todos los oficiales médicos se han retirado ya y el silencio y la oscuridad descienden sobre tantos postrados dolientes, puede observársela sola, con una pequeña lámpara en su mano, efectuando sus solitarias rondas».
En 1856, con la guerra ya terminada, Florence –que había enfermado de fiebre tifoidea en Crimea– solicitó audiencia a la Reina Victoria y convenció a la monarca de la necesidad de poner en marcha drásticas reformas higiénicas en los centros hospitalarios.
En mayo de 1856 se expidió una Real Orden para establecer una investigación sobre los desastres de la guerra de Crimea: los minuciosos apuntes tomados por Florence Nightingale durante su estancia en Scutari ayudaron a que se fomentaran las medidas preventivas, aplicándose eficaces reformas.
Al finalizar la guerra, Florence Nightingale –recibida como una auténtica heroína en su país– comenzó a ser conocida como la dama de la lámpara –the Lady of the Lamp– a causa del poema Santa Filomena de Henry Wadsworth Longfellow, publicado en 1857:
Los heridos en la batalla,
en lúgubres hospitales de dolor;
los tristes corredores,
los fríos suelos de piedra.
¡Mirad! En aquella casa de aflicción
Veo una dama con una lámpara.
Pasa a través de las vacilantes tinieblas
y se desliza de sala en sala.
Y lentamente, como en un sueño de felicidad,
el mudo paciente se vuelve a besar
su sombra, cuando se proyecta
en las oscuras paredes.
En 1860, Florence inauguró una Escuela de Adiestramiento de Enfermeras en el hospital St. Thomas y comenzó a trabajar y escribir sobre diferentes reformas sanitarias.
En 1883, la reina Victoria le otorgó la Real Cruz Roja, y en 1907 el Rey Eduardo VII le concedió la Orden del Mérito, la primera vez que se dispensaba a una mujer. En 1908, se le entregaron las Llaves de la Ciudad de Londres y, en 1910 falleció mientras dormía.
Florence y la enfermería
La observación indica cómo está el paciente, la reflexión indica qué hay que hacer, la destreza práctica indica cómo hay que hacerlo. La formación y la experiencia son necesarias para saber cómo observar y qué observar; cómo pensar y qué pensar.
Florence Nightingale, Notas sobre hospitales, 1863
El Juramento Florence Nightingale fue creado en 1893 en la escuela de enfermería Ferrand, del Hospital Arpar de Detroit. Es aquel con el que las enfermeras y enfermeros se comprometen a «Abstenerse de provocar daño alguno» y a «considerar como confidencial toda información que le sea revelada en el ejercicio la profesión, así como todos los asuntos privados de los pacientes»:
Yo solemnemente me prometo a mi misma y delante de Dios y en presencia de esta asamblea que voy a pasar mi vida en pureza y voy a practicar mi profesión con toda mi fidelidad. Voy a abstenerme de cualquier cosa dañina y nociva y no voy a tomar ni administrar a sabiendas ninguna droga nociva. Voy a hacer todo lo que tenga a mi alcance para elevar al nivel de mi profesión y para mantener en confidencia todos los asuntos personales para que no salgan a la luz al igual que todos los asuntos familiares que lleguen a mi conocimiento en la práctica de mi vocación. Con toda lealtad haré un esfuerzo por prestar ayuda al médico en su trabajo y dedicarme a procurar el bienestar del personal bajo mis cuidados.
Extracto del Juramento Florence Nightingale.
En 1859 se publicaron las Notas sobre Enfermería: Qué es y qué no es –Notes on nursing: What it is, and what it is not– de Florence, texto que sirvió como base del programa de estudios de la Escuela Nightingale y de otras escuelas de enfermería que siguieron el mismo modelo, a pesar de haberse escrito como guía para quienes ejercían cuidados de enfermería a domicilio. En el prefacio decía: «Cada día tiene mayor importancia el conocimiento de la higiene, el conocimiento de la enfermería, en otras palabras, el arte de mantenerse en estado de salud, previniendo la enfermedad, o recuperándose de ella. Se le reconoce como el conocimiento que todo el mundo debe tener –distinto del conocimiento médico, propio solamente de una profesión–».
Florence tuvo una influencia decisiva en la creación de la Cruz Roja Británica en 1870, y fue miembro de su Comité de Damas, interesándose por las actividades del movimiento hasta su fallecimiento. Henri Dunant, fundador de la Cruz Roja, manifestó en una visita a Londres en 1872: «A pesar de que soy conocido como el fundador de la Cruz Roja y el promotor de la Convención de Ginebra, es a una dama que todo el honor de esa convención es debido. Lo que me inspiró a viajar a Italia durante la guerra de 1859, fue el trabajo de Miss Florence Nightingale en Crimea».
El año 2010 fue declarado Año Internacional de la Enfermería para reivindicar, entre otras, la relevancia histórica de Florence Nightingale en el centenario de su fallecimiento.
Florence, las matemáticas y la estadística
En 1840, Florence Nightingale rogó a sus padres que «la dejaran estudiar matemáticas en vez del trabajo repetitivo y la práctica de cuadrillas». Su madre no lo aprobó, ella asumía que el destino de su hija era el matrimonio, «¿qué utilidad tendrían las matemáticas para una mujer casada?». Su padre, a pesar de su gusto por las matemáticas y habérselo transmitido a su hija, le pidió que estudiara temas más apropiados para una mujer, tales como historia o filosofía natural y moral. Sus padres, finalmente, no tuvieron más remedio que darle permiso.
Florence aprendió aritmética, geometría y álgebra; uno de sus tutores fue James Joseph Sylvester. Antes de dedicarse plenamente a la enfermería, tuteló a niñas y niños en esas áreas de las matemáticas, con un programa de aprendizaje concreto y bien planificado. En sus Planes de lecciones para la enseñanza de la aritmética y la geometría incluía problemas basados en las vidas de sus alumnas y alumnos. En ellos mostraba en particular una especial preocupación por la educación de las niñas: «La aritmética de las niñas ha sido descuidada… su geografía debería ser aritmética.»
Florence ejemplificaba el proceso de enseñanza y aprendizaje en sus lecciones de esta manera: «¿Qué tan alto es un venado? ¿Es usted tan alta? ¿Qué tan alta es usted? Tres pies… ¿Cuánto es eso? Una yarda… ¿Es usted cuadrúpeda? ¿Qué tan lejos está la parte más nórdica de Europa del Ecuador? ¿Qué tan lejos tiene que caminar a la escuela? Dos millas… ahora, ¿si usted tuviera que caminar dos millas geográficas cada día, cuanto tendría que caminar para llegar al Ecuador?»
Recomiendo el artículo [3] en el que Arantza Urkaregi Etxepare expone las principales aportaciones de Florence Nightingale a la estadística y explica con detalle su magnífica idea de crear el Diagrama de la rosa para representar las causas y la evolución de la mortalidad de los soldados durante su estancia en el hospital militar de Scutari.
En sus últimos años, Florence Nightingale realizó un exhaustivo informe estadístico acerca de las condiciones sanitarias en las zonas rurales de la India, promoviendo la introducción de mejoras en la atención médica y en el servicio de salud pública en ese país.
Entre los años 1858 y 1859 presionó al gobierno de Gran Bretaña –con éxito– para que se estableciera una Comisión Real para tratar la situación India. Dos años después redactó un informe para la comisión, y completó su propio estudio en 1863. Después de diez años de reformas sanitarias, en 1873, Florence informó que la mortalidad entre los soldados en la India disminuyó de 69 a 19 por cada mil.
La aportación de Florence Nigthingale al campo de la estadística fue reconocida con su nombramiento, en 1858, como miembro de la Royal Statistical Society, siendo la primera mujer en acceder a ese cargo. Además, en 1874, se convirtió en miembro honorífico de la American Statistical Association.
Florence Nigthingale no fue solo esa ‘dama de la lámpara’ que observaba y aliviaba a sus pacientes durante las largas noches de Scutari. Su valioso legado, fundamentalmente en enfermería y estadística, merece todo nuestro reconocimiento.
VIA: https://mujeresconciencia.com